lunes, 9 de abril de 2018

LA POESÍA SATÍRICA DE QUEVEDO


No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca, o ya la frente,
silencio avises, o amenaces miedo.

Frncisco de Quevedo fue capaz de elevar la poesía a grados sublimes de altura metafísica e idealización amorosa y, a la vez, fue capaz de burlarse de todo y de expresar una crítica implacable que no perdonaba a nada ni a nadie. Además, una época como la suya, el Barroco, de gran decadencia política y de crisis de valores, intensificó la actitud crítica de los creadores y favoreció el cultivo de la sátira, un tipo de composición literaria que canalizó perfectamente el pesimismo y el desengaño de los autores del siglo XVII.
Quevedo.
Grabado de Francisco Pacheco

Todos los comportamientos de la vida humana y social fueron objeto de la sátira de Quevedo. Nada escapó a su mirada incisiva (que percibía agudamente los puntos débiles de sus contemporáneos), ni a su pluma genial (que sabía exagerar los rasgos más destacados de aquellos, caricaturizándolos o deformándolos). Su poesía satírica puede responder a una intención ética (derivada de su estoicismo), a un ataque incisivo despiadado (fruto de su amargo pesimismo) o a un propósito festivo (originado en su enorme capacidad de ingenio y de chanza).

Hay una enorme variedad entre los temas de sus sátiras, que pasamos a enumerar:

  • Las costumbres sociales. Quevedo, nostálgico siempre del tiempo pasado,  se lamenta de la pérdida de las viejas virtudes castellanas (Epístola satírica y censoria contra las costumbres presentes de los castellanos) y se mofa de todas las actividades humanas que muestren el progreso con relación a lo anterior (en especial, contra las leyes y órdenes que regulaban los comportamientos de la época -lujo, modas, trajes, coches de caballos,…-). Por todo ello, un Quevedo desengañado de los vicios y costumbres de la Corte, decide apartarse del mundo y refugiarse en el campo en busca de la paz espiritual y del olvido. No obstante, Quevedo también se burla de este tópico de la naturaleza amena y sosegada y hasta de su propio desencanto con la Corte y la ciudad (La vida poltrona).
  • El dinero. Todos los comportamientos, estados y situaciones relacionados con el dinero y la prosperidad fueron objeto de la diatriba mordaz de Quevedo. La divinización del dinero y el poder del dinero en su época (Poderoso caballero es don Dinero) son criticados agudamente. E igualmente reciben los dardos de la sátira los avaros, los aduladores serviles de los ricos o el próspero nuevo rico de la época.
  • La mujer. Con actitud claramente misógina, Quevedo se burla de los engaños y astucias de las mujeres. Ridiculiza la liviandad e inconstancia de las mujeres, así como su pedantería y presunción. Después pasa a satirizar el adulterio y a criticar a los cornudos, a las prostitutas o a las alcahuetas. Compone varios poemas contra el matrimonio y se despacha a gusto contra las suegras. Por último, se ríe también de los hombres afeminados pues no comprende ni su amaneramiento ni su afectación.
  • Las clases sociales. Ninguna de las clases sociales se libra de la crítica más cruel: los médicos («médico que para un mal que no quita receta muchos»), los poetas (en especial Góngora y sus seguidores -Receta para hacer Soledades en un día-), los jueces y abogados, los alguaciles, los eclesiásticos, los pasteleros, los taberneros, los toreros,… Un tema predilecto en Quevedo es el de los bajos fondos, recogido en sus jácaras (Carta de Escarramán a la Méndez), donde hace burla de todo tipo de pícaros, ladrones y sinvergüenzas.
  • Sátiras dedicadas a personas. Con nombres y apellidos se dirigirá también a varias personalidades de la época para afearles o criticar su conducta.
  • Los defectos físicos. Quevedo criticó la costumbre de burlarse de los defectos físicos ajenos, pero no perdió ocasión él, que era paticojo, miope y de figura un tanto grotesca, de mostrarse cruel con los narigudos y los romos, con los calvos, los desdentados, los flacos, los bajos, los miopes o los pecosos.
  • Vicios y lacras espirituales. Abunda en la obra de Quevedo también la sátira de defectos humanos de índole espiritual: la superstición, la soberbia y la ambición de poder, la hipocresía, la mentira, la charlatanería, la maledicencia, la pedantería lingüística,…
  • Temas filosófico-morales de carácter festivo. Tanto el tema del tiempo como el de la fortuna también fueron abordados de forma burlesca y festiva por parte de Quevedo, que no dejó ningún tema por tratar desde su perspectiva crítica.
En las sátiras se pueden apreciar la capacidad para la agudeza y el ingenio lingüístico de Quevedo. Son frecuentes en ellas la caricatura, la exageración y lo grotesco, así como figuras literarias como las paradojas, las hipérboles, las antítesis, las elipsis, las dilogías o los juegos verbales. Domina en sus sátiras, como en todas sus obras, variados registros lingüísticos (culto, coloquial, vulgar) para acomodarlos a su propósito crítico o burlesco. En muchas ocasiones Quevedo empleó la sátira a partir de diversas  formas y usos literarios: la fábula (los animales son símbolos de estamentos sociales y costumbres individuales a los que criticar); la parodia de mitos y leyendas; la glosa de refranes, sentencias y frases hechas como pretexto para la crítica; o el empleo de un lenguaje escatológico, unas veces, o barriobajero, otras.

[Esta entrada es un resumen del capítulo «La sátira en Quevedo» del libro El Autor y su Obra. Quevedo de la profesora Esther Bartolomé Pons]

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