miércoles, 21 de junio de 2017

LECTURAS PARA EL VERANO

Lecturas recomendadas
En este enlace de la página web del instituto encontraréis lecturas para el verano sugeridas por dos compañeros, Alicia González de 4º de ESO y Sergio Guillén de 1º de Bachillerato. Aparecen muestras de diferentes géneros acompañadas de breves comentarios que invitan a acercarnos a obras muy variadas: hay narrativa juvenil, fantástica, histórica, policiaca, realista,... Ojalá alguno de estos libros (o cualquier otro) os descubra el placer de la lectura. Feliz verano.

viernes, 16 de junio de 2017

VIVIR LA LITERATURA

Os dejo el artículo que escribí para la revista Impazto del instituto y que aparecerá próximamente. En él, de forma resumida, se da cuenta de las actividades desarrolladas en nuestro instituto para fomentar la lectura.
VIVIR LA LITERATURA
Jorge Luis Borges nos dejó dicho que la literatura es una forma de la alegría y en el departamento de Lengua castellana y Literatura del IES Pablo Serrano así lo entendemos también. Por eso, para invitar a la lectura, además del trabajo en clase, preparamos a lo largo del curso una serie de actividades que tratan de invitar a la lectura, es decir, de contagiar la felicidad.
RUTAS LITERARIAS. Durante este curso 2016-2017 hemos continuado con las rutas literarias que organiza el Ayuntamiento de Zaragoza y hemos participado en las que tratan sobre los cantares de gesta (con los alumnos de 1º de ESO), La Celestina (con los de 1º de Bachillerato) y Don Quijote de la Mancha (con 4º de ESO). Visitar espacios de Zaragoza relacionados con las grandes obras de nuestra literatura abre los ojos a los lectores, que establecen relaciones que hasta ese momento no se habían planteado. Igual que los grandes libros te llevan a otras nuevas obras, los monumentos y los edificios de nuestra ciudad también están conectados con el mundo del pasado y nos abren nuevas posibilidades de conocimiento.
TEATRO. También hemos vivido la literatura asistiendo a la representación de diferentes obras teatrales. El teatro, como dijo el dramaturgo Víctor Hugo Rascón, «conmueve, ilumina, incomoda, perturba, exalta, revela, provoca, transgrede. Es una conversación compartida con la sociedad. El teatro es la primera de las artes que se enfrenta con la nada, las sombras y el silencio para que surjan la palabra, el movimiento, las luces y la vida». Y eso es lo que hemos querido que vivieran nuestros alumnos viendo las obras de Shakespeare o García Lorca. Los alumnos de 3º de ESO asistieron a la representación Ser o no ser… un tal Shakespeare, una primera toma de contacto con los personajes de Hamlet, Romeo y Julieta o El mercader de Venecia. Los alumnos de 4º de ESO y 2º de Bachillerato disfrutaron de la versión de Bodas de sangre de García Lorca, representada por el Teatro del Alma. En ella pudieron contemplar una estupenda muestra del teatro como espectáculo total, suma de palabra, arte, poesía, danza y música. Además, los alumnos de 4º de ESO ya habían ido a ver La casa de Bernarda Alba de García Lorca. Por último, los alumnos de 1º de Bachillerato asistieron al monólogo teatral Marx en el Soho, de Howard Zinn,  una excelente oportunidad para ver un gran trabajo interpretativo a cargo de Alfredo Abadía y profundizar en la vida y la obra del filósofo alemán.
CHARLAS CON LOS AUTORES. Nos han visitado los autores de dos de las lecturas obligatorias de este curso: Félix Teira charló el 24 de mayo con los alumnos de 4º de ESO a propósito de Hijos y padres y David Lozano hizo lo mismo con los de 3º de ESO el 9 de junio tras la lectura de Donde surgen las sombras. Siempre es un lujo contar con su presencia porque comparten con alumnos y profesores los entresijos de su oficio de escritores, sus lecturas favoritas y la forma en que planificaron y compusieron sus novelas, además de responder todas las incógnitas que se plantean en los coloquios. Es una forma de invitar a la lectura que no falla nunca.
CLUB DE LECTURA. Como en años anteriores, nuestro intento de contagiar el gusto por la lectura se extiende también a toda la comunidad educativa a través del Club de Lectura. Durante el presente curso ya nos han acompañado el poeta Daniel García Arana, la periodista y escritora Rosa Montero y el poeta y narrador Miguel Carcasona. Próximamente nos acompañará el novelista Félix Teira, amigo y compañero entrañable, para conversar sobre El último sol.
Daniel García Arana nos presentó Abisal, su primer poemario, fruto de la búsqueda de una poesía breve y profunda en la que resuenan las voces de los poetas y filósofos que han cantado la existencia. Rosa Montero compartió con nosotros La carne, su última novela, y sus agudas reflexiones sobre el tiempo, las relaciones humanas y el arte. Miguel Carcasona arrojó luz en la charla que mantuvimos con él acerca de la génesis de los diez relatos que componen Un ojo siempre parpadea y nos habló del sustrato poético y musical que alimenta su narrativa.

Y así ha pasado un curso en el que, además de los poemas, los relatos y los fragmentos teatrales leídos en todas las clases y además de los concursos literarios y de mis lecturas favoritas llevados a cabo como en años anteriores, las lecturas nos han acompañado y nos han hecho vivir la literatura de una manera especial, tratando siempre de buscar la felicidad.

lunes, 12 de junio de 2017

EL REALISMO Y EL NATURALISMO



A mediados del siglo XIX, predominan ya en los medios artísticos los principios estéticos del Realismo, movimiento artístico influido por el positivismo filosófico que nace de la depuración de los elementos más idealistas del Romanticismo, que ya no agradan a la sociedad burguesa de ese tiempo.
Gustave Caillebotte, Los acuchilladores de parqué (1875)
Para el positivismo, filosofía propia de la sociedad burguesa decimonónica, no existe más realidad que los hechos perceptibles ni es posible otra investigación que no sea la del estudio empírico de esos hechos o de las relaciones existentes entre ellos. La observación rigurosa y la experiencia son los instrumentos esenciales de la filosofía positivista. estos principios, base del desarrollo de las ciencias y de las técnicas, los formuló de forma sistemática el filósofo francés Auguste Comte. El método experimental (observación-hipótesis-experimentación) lo expuso el fisiólogo francés Claude Bernard.
Enorme importancia tiene el evolucionismo o darwinismo, propuesto por el naturalista inglés Charles Darwin - El origen de las especies (1859), El origen del hombre (1851)-, según el cual los diversos seres vivos resultan de la evolución y selección natural de los mejor adaptados al medio ambiente, a través de la lucha por la existencia y gracias a la transmisión de los caracteres por la herencia. Por esos años, en 1866, el botánico austríaco Gregor Mendel había descubierto las leyes de la herencia biológica.
Herbert von Herkomer,
En huelga (1891)
Durante la segunda mitad del siglo XIX alcanza también gran influencia el marxismo. En El capital, Karl Marx estudia la sociedad capitalista, sujeta también a unas leyes específicas. Desde principios materialistas, Marx afirma que el motor del desarrollo histórico es la lucha de clases y explica así las causas de las revoluciones burguesas y las contradicciones de la nueva sociedad capitalista, contradicciones que propician nuevas revoluciones, en este caso proletarias. La filosofía marxista, por tanto, no se limita a interpretar el mundo, sino que propone transformarlo, lo que explica que el marxismo se convirtiera en la ideología preponderante en los movimientos obreros de fin de siglo.
La repercusión de todas estas ideas en el arte, en general, y en la literatura, en particular, de la segunda mitad del siglo XIX es decisiva, como se comprueba en los siguientes rasgos generales de la literatura realista:
  • Observación y descripción precisa de la realidad. Es el principio básico del realismo al que obedece su propia denominación. Este interés por la observación de la realidad es paralelo a los métodos de observación característicos de las ciencias experimentales: los escritores llegan a documentarse sobre el terreno anotando apuntes sobre personajes o ambientes, o bien consultan libros, de los que extraen la información precisa. La vida real se convierte así en objeto estético.
  • Ubicación próxima de los hechos. Frente a la evasión espacio- temporal del Romanticismo, los autores realistas escriben sobre lo que conocen, con lo que sitúan sus obras en el presente y en lugares próximos. La mirada se desplaza hacia lo cotidiano, eliminando el subjetivismo y la fantasía y controlando los excesos de la imaginación y del sentimentalismo.
  • Frecuente propósito de crítica social y política. La intención sociopolítica varía según la ideología particular de cada escritor. En general, los autores conservadores describen la realidad para mostrar su degradación y postular un retorno a los valores tradicionales. Los progresistas también muestran las lacras sociales, pero éstas, según ellos, obedecen a la pervivencia de una mentalidad conservadora que lastra el avance hacia el mundo nuevo.
  • Estilo sencillo y sobrio. Los realistas no solo abandonan los temas legendarios del Romanticismo, sino que rechazan la pomposa retorica romántica. El ideal de estilo es la claridad y la exactitud, como corresponde al deseo de acercar la labor del escritor a la del científico.
  • Predilección por la novela. El género literario por excelencia fue la novela, que alcanzó un auge inusitado. Según los realistas, la prosa narrativa era el género adecuado para reflejar la realidad en su totalidad. Los rasgos típicos de la novela realista son:
  1. -Verosimilitud. Las historias son como fragmentos de realidad. aunque inventadas por su autor, se basan en la experiencia cotidiana, y tanto los protagonistas como los ambientes son creíbles. Han desaparecido del relato los sucesos inverosímiles, los hechos maravillosos y las aventuras insólitas.
  2. -Protagonistas individuales o colectivos. Los protagonistas de las novelas son o individuos que se relacionan problemáticamente con su mundo o grupos sociales completos, que permiten al novelista dar una visión global de la sociedad contemporánea. En el primer caso, se hace hincapié en el análisis psicológico del protagonista; en el segundo, en la descripción de los más variados ambientes y comportamientos, con la aparición de medios sociales ignorados por la novela hasta entonces (burguesía, proletariado, mendigos, desclasados,…). Se distinguen, pues, dos tipos de novela: la novela psicológica y la novela de ambientación social.
  3. -Narrador omnisciente. El narrador maneja por completo los hilos del relato: sabe lo que va a suceder, conoce hasta los más ocultos pensamientos de los personajes, interviene en la obra con juicios sobre hechos y personajes y con observaciones dirigidas al lector. Ello no es incompatible con fingir una mera actitud de cronista unos hechos, de notario de una realidad de la que es testigo. con el tiempo, este ideal de objetividad conduce a atenuar las apariciones del narrador en la obra.
  4. -Didactismo. Es corriente que los autores pretendan con sus novelas ofrecer una lección moral o social. Ello es así en las llamadas novelas de tesis, en las que el escritor desea demostrar una idea general a la que quedan subordinados el argumento, los personajes y el ambiente de la obra.
  5. -Estructura lineal. Los hechos transcurren de forma lineal en el tiempo, aunque no son extrañas las vueltas atrás para contar episodios pasados, pero éstas no interrumpen más que provisionalmente el hilo general de la narración.
  6. -Descripciones minuciosas. Las descripciones de interiores y exteriores y las de los mismos personajes son extremadamente detalladas, de modo que en las obras a veces predomina la descripción sobre la narración.
  7. -Aproximación del lenguaje al uso coloquial. El lenguaje narrativo se aproxima a la lengua de la conversación, a la que se eleva a la categoría de lengua literaria. Los autores se esfuerzan en adecuar el lenguaje a la naturaleza de los personajes, que hablan con arreglo a su condición social, a su origen geográfico o a sus propias particularidades.

Se conoce como Naturalismo una corriente literaria que se desarrolló durante el último tercio del siglo XIX, fundamentalmente en Francia, y que tuvo como principal impulsor a Émile Zola (1840-1902), quien pretende que la literatura se convierta, a semejanza de las ciencias naturales, en otra ciencia cuyo objeto de estudio es el medio social. La literatura debe analizar científicamente el comportamiento humano siguiendo los principios de la observación y la experimentación. Para ello, parte de la idea de que el hombre se encuentra determinado biológica y socialmente: no es en realidad libre, puesto que los individuos están condicionados por su herencia genética y por el ambiente social en que se mueven. El novelista, pues, a semejanza del científico, ha de experimentar con sus personajes para comprobar cómo se modifican sus reacciones según cambian las circunstancias y teniendo siempre en cuenta su particular condición biológica heredada. Esto explica la preferencia de los naturalistas por ambientes miserables y sórdidos y por personajes tarados, alcohólicos, embrutecidos o víctimas de patologías diversa, ya que tales casos permiten demostrar más concluyentemente la influencia determinante de la biología y del medio social.
Técnicamente se extreman los rasgos del Realismo: descripciones minuciosas, reproducción fiel del lenguaje hablado … En cuanto al punto de vista narrativo, si el papel del científico consiste solo en exponer y analizar los hechos, así ha de proceder el novelista, que debe abstenerse de intervenir en la narración, por lo que se propugna el ideal del narrador impersonal y objetivo.
Las novelas tienen, además, una intención moral. Influidos por las ideas socialistas, los naturalistas piensan que, ya que no se puede modificar la herencia biológica, sí es posible igualar las condiciones sociales en que viven los hombres. La novela naturalista contribuiría a proporcionar un conocimiento más exacto de los seres humanos y de la sociedad, con el fin de poder mejorarlos.
[Tomado de Lengua castellana y Literatura. 2º de Bachillerato, editorial Akal, 2009, obra entre otros de Ignacio Bosque, Julio Rodríguez Puértolas o Domingo Ynduráin]

lunes, 5 de junio de 2017

JUAN GOYTISOLO, EL ESCRITOR CONTESTATARIO

Ayer murió Juan Goytisolo, uno de los novelistas más importantes de la literatura española de la segunda mitad del siglo XX. Autor comprometido, heterodoxo, contestatario, experimental, sus novelas Señas de identidad, Reivindicación del conde don Julián, Juan sin tierra, Makbara o Paisajes para después de la batalla han pasado a ser muestras ejemplares de una forma personal y renovadora de afrontar el género narrativo.
Como homenaje os dejo el discurso que pronunció al recibir el Premio Cervantes 2014, una defensa apasionada del legado de Miguel de Cervantes y una invitación a la contestación y a la indignación frente a las injusticias y la desigualdad.


A LA LLANA Y SIN RODEO
En términos generales, los escritores se dividen en dos esferas o clases: la de quienes conciben su tarea como una carrera y la de quienes la viven como una adicción.
El encasillado en las primeras cuida de su promoción y visibilidad mediática, aspira a triunfar. El de las segundas, no. El cumplir consigo mismo le basta y si, como sucede a veces, la adicción le procura beneficios materiales, pasa de la categoría de adicto a la de camello o revendedor. Llamaré a los del primer apartado, literatos y a los del segundo, escritores a secas o más modestamente incurables aprendices de escribidor.
A comienzos de mi larga trayectoria, primero de literato, luego de aprendiz de escribidor, incurrí en la vanagloria de la búsqueda del éxito -atraer la luz de los focos, "ser noticia", como dicen obscenamente los parásitos de la literatura- sin parar mientes en que, como vio muy bien Manuel Azaña, una cosa es la actualidad efímera y otra muy distinta la modernidad atemporal de las obras destinadas a perdurar pese al ostracismo que a menudo sufrieron cuando fueron escritas.
La vejez de lo nuevo se reitera a lo largo del tiempo con su ilusión de frescura marchita. El dulce señuelo de la fama sería patético si no fuera simplemente absurdo. Ajena a toda manipulación y teatro de títeres, la verdadera obra de arte no tiene prisas: puede dormir durante décadas como La regenta o durante siglos como La lozana andaluza.
Quienes adensaron el silencio en torno a nuestro primer escritor y lo condenaron al anonimato en el que vivía hasta la publicación del Quijote no podían imaginar siquiera que la fuerza genésica de su novela les sobreviviría y alcanzaría una dimensión sin fronteras ni épocas.
"Llevo en mí la conciencia de la derrota como un pendón de victoria", escribe Fernando Pessoa, y coincido enteramente con él. Ser objeto de halagos por la institución literaria me lleva a dudar de mí mismo, ser persona non grata a ojos de ella me reconforta en mi conducta y labor.
Desde la altura de la edad, siento la aceptación del reconocimiento como un golpe de espada en el agua, como una inútil celebración.
Mi condición de hombre libre conquistada a duras penas invita a la modestia. La mirada desde la periferia al centro es más lúcida que a la inversa y al evocar la lista de mis maestros condenados al exilio y silencio por los centinelas del canon nacionalcatólico no puedo menos que rememorar con melancolía la verdad de sus críticas y ejemplar honradez. La luz brota del subsuelo cuando menos se la espera.
Como dijo con ironía Dámaso Alonso tras el logro de su laborioso rescate del hasta entonces ninguneado Góngora, ¡quién pudiera estar aún en la oposición! Mi instintiva reserva a los nacionalismos de toda índole y sus identidades totémicas, incapaces de abarcar la riqueza y diversidad de su propio contenido, me ha llevado a abrazar como un salvavidas la reivindicada por Carlos Fuentes nacionalidad cervantina.
Me reconozco plenamente en ella. Cervantear es aventurarse en el territorio incierto de lo desconocido con la cabeza cubierta con un frágil yelmo bacía.
Dudar de los dogmas y supuestas verdades como puños nos ayuda a eludir el dilema que nos acecha entre la uniformidad impuesta por el fundamentalismo de la tecnociencia en el mundo globalizado de hoy y la previsible reacción violenta de las identidades religiosas o ideológicas que sienten amenazados sus credos y esencias.
En vez de empecinarse en desenterrar los pobres huesos de Cervantes y comercializarlos tal vez de cara al turismo como santas reliquias fabricadas probablemente en China, ¿no sería mejor sacar a la luz los episodios oscuros de su vida tras su rescate laborioso de Argel?
¿Cuántos lectores del Quijote conocen las estrecheces y miseria que padeció, su denegada solicitud de emigrar a América, sus negocios fracasados, estancia en la cárcel sevillana por deudas, difícil acomodo en el barrio malfamado del Rastro de Valladolid con su esposa, hija, hermana y sobrina en 1605, año de la Primera Parte de su novela, en los márgenes más promiscuos y bajos de la sociedad?
Hace ya algún tiempo, dedique unas páginas a los titulados Documentos cervantinos hasta ahora inéditos del presbítero Cristóbal Pérez Pastor, impresos en 1902 con el propósito, dice, de que "reine la verdad y desaparezcan las sombras", obra cuya lectura me impresionó en la medida en que, pese a sus pruebas fehacientes y a otras indagaciones posteriores, la verdad no se ha impuesto fuera de un puñado de eruditos, y más de un siglo después las sombras permanecen.
Sí, mientras se suceden las conferencias, homenajes, celebraciones y otros actos oficiales que engordan a la burocracia oficial y sus vientres sentados, (la expresión es de Luis Cernuda) pocos, muy pocos se esfuerzan en evocar sin anteojeras su carrera teatral frustrada, los tantos años en los que, dice en el prólogo del Quijote, "duermo en el silencio del olvido": ese "poetón ya viejo" (más versado en desdichas que en versos) que aguarda en silencio el referendo del falible legislador que es el vulgo.
Alcanzar la vejez es comprobar la vacuidad y lo ilusorio de nuestras vidas, esa "exquisita mierda de la gloria" de la que habla Gabriel García Márquez al referirse a las hazañas inútiles del coronel Aureliano Buendía y de los sufridos luchadores de Macondo.
El ameno jardín en el que transcurre la existencia de los menos, no debe distraernos de la suerte de los más en un mundo en el que el portentoso progreso de las nuevas tecnologías corre parejo a la proliferación de las guerras y luchas mortíferas, el radio infinito de la injusticia, la pobreza y el hambre.
Es empresa de los caballeros andantes, decía don Quijote, "deshacer tuertos y socorrer y acudir a los miserables" e imagino al hidalgo manchego montado a lomos de Rocinante acometiendo lanza en ristre contra los esbirros de la Santa Hermandad que proceden al desalojo de los desahuciados, contra los corruptos de la ingeniería financiera o, a Estrecho traviesa, al pie de las verjas de Ceuta y Melilla que él toma por encantados castillos con puentes levadizos y torres almenadas socorriendo a unos inmigrantes cuyo único crimen es su instinto de vida y el ansia de libertad.
Sí, al héroe de Cervantes y a los lectores tocados por la gracia de su novela nos resulta difícil resignarnos a la existencia de un mundo aquejado de paro, corrupción, precariedad, crecientes desigualdades sociales y exilio profesional de los jóvenes como en el que actualmente vivimos. Si ello es locura, aceptémosla. El buen Sancho encontrará siempre un refrán para defenderla.
El panorama a nuestro alcance es sombrío: crisis económica, crisis política, crisis social. Según las estadísticas que tengo a mano, más del 20% de los niños de nuestra Marca España vive hoy bajo el umbral de la pobreza, una cifra con todo inferior a la del nivel del paro. Las razones para indignarse son múltiples y el escritor no puede ignorarlas sin traicionarse a sí mismo.
No se trata de poner la pluma al servicio de una causa, por justa que sea, sino de introducir el fermento contestatario de esta en el ámbito de la escritura. Encajar la trama novelesca en el molde de unas formas reiteradas hasta la saciedad condena la obra a la irrelevancia y una vez más, en la encrucijada, Cervantes nos muestra el camino.
Su conciencia del tiempo "devorador y consumidor de las cosas" del que habla en el magistral capítulo IX de la Primera Parte del libro le indujo a adelantarse a él y a servirse de los géneros literarios en boga como material de derribo para construir un portentoso relato de relatos que se despliega hasta el infinito.
Como dije hace ya bastantes años, la locura de Alonso Quijano trastornado por sus lecturas se contagia a su creador enloquecido por los poderes de la literatura. Volver a Cervantes y asumir la locura de su personaje como una forma superior de cordura, tal es la lección del Quijote.
Al hacerlo no nos evadimos de la realidad inicua que nos rodea. Asentamos al revés los pies en ella. Digamos bien alto que podemos. Los contaminados por nuestro primer escritor no nos resignamos a la injusticia.

jueves, 1 de junio de 2017

EL ROMANTICISMO



Caspar David Friedrich,
El caminante sobre el mar de nubes (1818)
Se conoce con el término Romanticismo el movimiento cultural que se opone, de forma más o menos explícita, a los principios característicos de la Ilustración y que es resultado de la profunda crisis social e ideológica de un mundo en acelerado cambio, como es el de las primeras décadas del siglo XIX. La crisis de los seguros valores tradicionales, la despersonalización del individuo dentro de la nueva sociedad industrial, el auge del materialismo y la tecnificación, las bruscas transformaciones que se producen en la vida de los hombres, los conflictos de identidad personal o colectiva conducen a dos actitudes opuestas: rechazo de la nueva sociedad -sea añorando un pasado perdido, sea forjando mundos ideales- o reivindicación de un progreso más acentuado que permita configurar una sociedad en la que tenga cabida la fantasía, la espiritualidad, la libertad o la justicia.
Los orígenes del Romanticismo hay que buscarlos ya en el siglo XVIII, sobre todo en la filosofía y la cultura alemana. Se produce allí el movimiento Sturm und Drang ('Tempestad y Pasión'), que propugna la creación literaria al margen de las reglas clásicas y revaloriza la expresión artística de los sentimientos y de las vivencias. Esta sensibilidad prerromántica se manifiesta también pronto en Inglaterra y, con mayor o menor intensidad, se extiende por toda Europa.
Rasgos característicos del Romanticismo son los siguientes:
  • Irracionalismo. Se niega que la razón explique por completo la realidad. Es más, se abandona la idea de que existan verdades fijas e inmutables. Por el contrario, la realidad es en esencia  cambiante, caótica e incomprensible. Este rechazo de la razón y de lo racional justifica también la preferencia de los románticos por temas como lo sobrenatural, lo mágico y lo misterioso. Para ellos, el mundo es en esencia un misterio, algo oculto a lo que la razón es incapaz de llegar.
  • Subjetivismo. Si la razón tiene sus límites, son necesarias otras formas de conocimiento que para los románticos son la intuición, la imaginación y el instinto. De ahí la importancia de emociones, sueños o fantasías que permiten bucear en el inconsciente para descubrir allí los impulsos no racionales, los escondrijos del espíritu humano. Frente a la razón, se levanta la bandera del sentimiento -siempre arrebatado, aun cuando se tiña a veces de melancolía-. La pasión es en el Romanticismo una fuerza superior a la razón.
  • Idealismo. El hombre romántico siente predilección por lo absoluto, lo ideal. No quiere una parcela de libertad, un avance en el progreso o la contemplación de algo bello, sino que se lanza a la búsqueda de la Libertad, del Progreso, de la Belleza. Hay en los románticos un sentimiento de no plenitud, una conciencia de lo incompleto de la existencia humana que les hace buscar casi desesperadamente lo absoluto. Ello explica, por una parte, su necesidad de acción, su vitalismo, pero también, por otra, que sus anhelos se vean insatisfechos, lo que los conduce a la frustración y a la infelicidad.
  • Individualismo. El hombre romántico tiene una conciencia aguda y dolorosa de la propia personalidad, de ser distinto de los demás, y afirma constantemente ese yo frente a lo que lo rodea. En algunos casos, se siente superior a todo lo otro: exalta su propia sensibilidad, sus emociones -que nadie puede siquiera comprender-, su genio, pero también su desgracia o su infelicidad, mayores que las de nadie. Esta afirmación del yo lo conduce a la soledad, que es uno de los temas básicos del Romanticismo. En el arte el yo del artista pasa a ocupar el primer plano de la creación. Por eso la poesía lírica o la música son en esta época las artes supremas.
  • El genio creador. El artista no es ya el artesano que elabora y pule pacientemente sus obras, fruto de una laborioso aprendizaje previo, sino que el arte se convierte en la forma de expresión del genio que el creador lleva dentro. El artista, pues, nace, no se hace. De ahí la revalorización de lo espontáneo, de lo intuitivo, de lo original, de aquello que es característico del genio creador. La obra de arte es desde ahora el resultado de un momento de inspiración que refleja la valía de su autor.
  • Inseguridad radical. El romántico es por naturaleza alguien inseguro e insatisfecho, pues, al haber perdido la confianza en la razón, ya no hay certezas absolutas en el mundo y no sirven las respuestas tradicionales a los interrogantes que la realidad ofrece. Ello da lugar a la desazón vital romántica. Pero la inseguridad y la insatisfacción vitales son al mismo tiempo motores de la creación artística, porque el romántico busca constantemente respuestas y soluciones a las dudas y problemas que se le plantean.
  • Desengaño. El choque entre el yo hipertrofiado romántico y la realidad prosaica y gris que no da satisfacción a sus anhelos e ideales produce en el artista romántico un hondo desengaño, un tedio y un hastío vitales que lo llevan a rebelarse contra las normas morales, sociales, políticas o religiosas.
  • Evasión. Para escapar de ese mundo en el que no encuentra cabida su idealismo extremo, el romántico opta por huir de esa realidad inmediata que no le gusta. Tal evasión lo lleva a épocas pretéritas, como la Edad Media, o a lugares lejanos o exóticos, como Oriente, América o la misma España, que para muchos escritores europeos era, con sus antiguas tradiciones y su peculiar folclore, prototipo de país romántico. Una forma de evasión es a veces el suicidio, que puso de moda (y no sólo entre los personajes de ficción) el Werther de Goethe.
  • Soledad. Además de la evasión temporal o espacial, adquiere especial importancia la huida de la realidad mediante el refugio en sí mismo, con lo que el gusto por la soledad se convierte en uno de los temas románticos por excelencia. Esto justifica la preferencia por lugares solitarios como castillos, cementerios, jardines, espacios apartados o recónditos, etc.
  • Naturaleza dinámica. Frente a la artificiosidad bucólica del Neoclasicismo, el artista romántico representa la naturaleza en forma dramática, en movimiento y con preferencia por la ambientación nocturna. La naturaleza se identifica con los estados de ánimo del creador y, según sean estos, es turbulenta, melancólica o tétrica, como una proyección de sus sentimientos. Pero a la vez está por encima de todo, como se advierte en el tópico romántico de las ruinas, que simbolizan el predominio de la naturaleza sobre el hombre y sus obras.
  • Nueva sensibilidad. El Romanticismo lleva a primer plano la intimidad, la introspección, la nostalgia, la melancolía, la tristeza y la soledad. Se extiende el sentimiento de la fugacidad e infelicidad de la vida humana, que provoca la típica angustia romántica. El gusto por lo sombrío y crepuscular es revelador de tal sensibilidad.
  • Nacionalismo. Los románticos encuentran un asidero existencial en el espíritu comunitario que los liga a su entorno. Es ahora cuando se forja el concepto de pueblo como entidad espiritual supraindividual a la que pertenecen individuos concretos que comparten una serie de rasgos comunes: lengua, costumbres, folclore, leyes… Ello explica el interés que se despierta en la época por conocer lo que tiene de particular el espíritu de cada nación ('lugar común de nacimiento'), y de ahí la obsesión por buscar las raíces de cada pueblo en su historia, su literatura, su cultura, etc. Así se comprende la revitalización de los antiguos poemas épicos y de las leyendas y tradiciones locales, el nuevo cultivo que alcanzan las lenguas vernáculas y la exaltación de la patria. Estas dos ideas románticas se oponen al espíritu universalista de la Ilustración: el universalismo dieciochesco, cuyo sentido había sido extender las ideas de progreso y libertad por igual a todos los hombres, se ve ahora como una forma intolerable de uniformidad y amputación de lo que es lo más característico, espontáneo y profundo de una comunidad.
Todos los rasgos románticos anteriores permiten comprender que en el rechazo de su mundo los artistas románticos hayan tomado dos direcciones opuestas: la nostalgia por los antiguos valores tradicionales (monarquía absoluta, religión, ideales caballerescos,…), o la rebelión no sólo frente a su mundo sino también frente al antiguo (republicanismo, anticlericalismo, ideales democráticos,…). Por eso puede hacerse la distinción entre un Romanticismo tradicional o conservador y un Romanticismo liberal o progresista.

[Tomado de Lengua castellana y Literatura. 2º de Bachillerato, editorial Akal, 2009, obra entre otros de Ignacio Bosque, Julio Rodríguez Puértolas o Domingo Ynduráin]