lunes, 11 de abril de 2016

MI TIZA POR CERVANTES (y 3): EL «QUIJOTE» A ESCENA

Grabado de Gustave Doré sobre el capítulo
XXVI de Don Quijote de la Mancha, (segunda
 parte), el del del retablo de Maese Pedro
La presencia de lo teatral en la obra de Cervantes es muy destacada: no solo por los entremeses, las comedias y tragedia que escribió, sino porque en sus obras narrativas, y en especial en el Quijote, se recrean episodios teatralizados (como el del retablo de Maese Pedro), amén de reconocerse en la génesis de su gran obra el anónimo entremés Los romances, cuyo protagonista, Bartolo, enloquece de tanto leer el Romancero.
Los intentos de llevar a las tablas el Quijote han sido numerosísimos desde el siglo XVII, aunque con desigual fortuna, pues la gran obra cervantina resulta demasiado extensa y compleja para ello.
Para terminar con el breve repaso que he realizado en las dos anteriores entradas acerca de cómo la obra de Cervantes ha alimentado a los mejores creadores de diferentes géneros (microrrelatos o poesías), quiero recordar, en esta última colaboración con la iniciativa MitizaporCervantes del IES Río Arba de Tauste, una deliciosa y sugerente escena teatral escrita por Javier Tomeo en Historias mínimas, basada en el episodio de los molinos. Las acotaciones y el diálogo entre el padre y su hijo son fruto de un acendrado trabajo artístico.


XXIV

ALDEA Y PÁRAMO. Sol de ocaso. PADRE e HIJO están sentados en la linde del camino que conduce al cementerio. Sobre la tierra húmeda, los gusanos avanzan gracias a las contracciones de una capa muscular subcutánea.

HIJO.- Padre.
PADRE.- Dime.
HIJO.- (Alargando el brazo y señalando el horizonte). Mira aquel molino.
PADRE.- ¿Dónde ves tú un molino?
HIJO.- Allí.

PADRE.- Aquello no es un molino, hijo.
HIJO.- ¿Qué es, entonces?
PADRE.- Un gigante.
HIJO.- ¿Un gigante?
PADRE.- No hay duda. Fíjate bien. Ahora está quieto, oteando el paisaje. Pero dentro de un momento se pondrá a caminar y a cada zancada avanzará una legua.
HIJO.- (Tras un intervalo de silencio). Padre.
PADRE.- Dime.
HIJO.- (Con voz compungida). Yo no veo que sea un gigante.
PADRE.- Pues lo es.
HIJO.- ¿Un gigante con puertas y ventanas? ¿Un gigante con tejas y aspas?
PADRE.- Un gigante.
HIJO.- (Tras una pausa). Padre.
PADRE.- Dime.
HIJO.- Yo sólo veo un molino.
PADRE.- ¿Cómo? ¿Un molino?
HIJO.- Sí, un molino. El mismo de siempre.
PADRE.- (Con voz grave). Tomás.
HIJO.- Qué.
PADRE. (Volviendo lentamente la cabeza y mirando en derechura a los ojos del hijo). Me preocupas.

Silencio. PADRE e HIJO permanecen inmóviles, sin cambiar ya más palabras. Llega por fin la noche y la luna se enciende.

JAVIER TOMEO, Historias mínimas

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