lunes, 24 de marzo de 2014

LA CÁRCEL, EL PAISAJE Y EL TÚNEL

¡Turner! Es como un diamante de luz
Todo nos falta menos la esperanza
Antonio Buero Vallejo, "La Fundación"

En La Fundación, como en otras obras de Buero Vallejo, la cárcel es un espacio que adquiere un valor simbólico. La cárcel es una metáfora que expresa la falta de libertad tanto del individuo como de la sociedad. Allí transcurre la lucha dialéctica entre la opresión y la libertad, que es el fundamento de la visión trágica del teatro de Buero Vallejo, tal y como señala Martha T. Halsey.
La cárcel no es un símbolo estático pues lleva dentro de sí mismo su propia contradicción: los muros de la prisión nos sugieren una salida y Buero Vallejo siempre pretende mostrarnos esa salida. Lo trágico no debe llevar aparejado un pesimismo radical sino que debe mostrar una esperanza, aunque a veces sea desesperada. Si no la hay para los personajes, al menos que exista para los espectadores.
En el teatro de Buero Vallejo a cada espacio cerrado se opone siempre un espacio abierto, el espacio de la libertad, que es verdadero aunque exista solo en los sueños del protagonista. En La Fundación, es el paisaje idealizado de Tomás el que representa ese espacio de libertad. Por eso, Asel le dirá a Tomás al final de la obra: "el paisaje sí era verdadero". No importa que se haya borrado. Para Halsey, el espacio cerrado revela al dramaturgo que es un realista intransigente y el espacio abierto nos muestra la otra cara de la moneda, al visionario que nos da una imagen de esperanza.
En La Fundación asistimos a la transformación del espacio escénico como resultado del cambio que experimenta el protagonista, Tomás, quien paulatinamente irá descubriendo la misma realidad que los otros presos e irá abandonando su fantasía de la "Fundación". En esta transformación espectadores y lectores comprendemos que podemos ver nuestra propia realidad de otra manera más lúcida.
Cuando Tomás alcanza la lucidez, Asel le explica que verdaderamente pasamos de una cárcel a otra constantemente, de una ilusión a otra. Así pues, la obra tiene a la vez una lectura política (es una implacable crítica contra los sistemas políticos que oprimen y anulan  a las personas) y una lectura metafísica (la cárcel no solo apresa el cuerpo sino también la mente, por lo que los hombres viven enfrascados continuamente en vanas fantasías e ilusiones). Buero Vallejo nos sugiere que el pasaje hacia la libertad ha de ser hacia fuera (el paisaje maravilloso) y hacia dentro (la autenticidad personal). Tomás, al aceptar su culpa, logra alcanzar una libertad interna que le impulsará a conquistar la libertad real, el luminoso paisaje que ve en su imaginación, para lo que deberá abrir el oscuro y estrecho túnel que se proyecta al final de la obra y se abre al futuro.
El paisaje, salido de las pinturas de Turner y con el acompañamiento de la música de Rossini, es a la vez el único refugio del protagonista al principio de la obra y la meta imaginada y anhelada por los prisioneros. Tulio le dirá a Tomás: "Es nuestro derecho. ¡Soñar con los ojos abiertos!". Asel le comentará a Tomás: "el mundo no es tu paisaje. Está en manos de la rapiña, de la mentira, de la opresión. Es una larga fatalidad. Pero no nos resignamos a las fatalidades y debemos anularlas". Por eso, será imprescindible actuar, luchar, porque la verdad estará tras cada una de las cárceles de la que podamos escapar y no debemos caer en la inacción. Están en juego la dignidad y la libertad.

[Esta entrada es un resumen del artículo de Marta T. Halsey, "Espacio abierto y visión dialéctica en el teatro de Buero Vallejo"].

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